jueves, 11 de abril de 2013

El Reconocimiento y la Felicidad

Sigmund Freud afirmó que existen dos fuentes de auténtica felicidad: el trabajo y el amor. En este blog normalmente hablamos más de lo primero que de lo segundo, pero quizá ambos tengan más en común de lo que parece… 



El trabajo, una actividad a la que dedicamos gran parte de nuestra vida, puede efectivamente ser una valiosísima fuente de felicidad aunque, según cómo se viva, puede serlo también de lo contrario.
¿Cuáles son, por tanto, los factores que determinan que el trabajo se convierta en una fuente de felicidad personal? 
Estudios recientes han demostrado que, contrariamente a lo que pueda parecer, los profesionales que reportan mayores índices de felicidad en su trabajo no son los que tienen mayor retribución económica, seguridad en el empleo o un cargo más alto, sino aquéllos cuyas profesiones suponen una gran vocación y un servicio de ayuda a los demás. Hablamos de perfiles tan variopintos como bombero, sacerdote, médico, voluntario de ONG, maestro, enfermera, ...
En esta línea, las últimas investigaciones que han estudiado los factores que promueven la felicidad en el trabajo, concluyen que aspectos como la importancia de autorrealizarnos, de desarrollar nuestras capacidades superiores, de lograr hitos desafiantes o de contribuir con aportaciones significativas  a la humanidad, son razones mayores que impulsan nuestra cota de felicidad en lo profesional.
Esta felicidad se ve incrementada si además somos capaces de descubrir nuestro talento singular, aquellas capacidades para las que realmente estamos preparados, y desarrollamos nuestra labor profesional utilizando dicho talento. Es ahí cuando aportamos un gran valor de forma natural y motivada, con una contribución muy significativa.
Para llegar aquí ¿cómo puedo saber cuál es mi talento singular y/o vocación de servicio a los demás?  Este es el punto donde el reconocimiento juega un papel sustantivo.
Cuando alguien –tu empresa, tu jefe, tus compañeros- reconoce el valor de comportamientos concretos, nos ayuda a hacer visible nuestros talentos, propiciando que orientemos nuestro trabajo hacía aquellas actividades más vocacionales, lo que nos brinda mayor felicidad y compromiso con esa actividad.
Si permitimos y fomentamos una cultura de reconocimiento en una organización, incrementamos su felicidad neta, aparte de que también lograremos mejoras en el negocio, ya que es más probable que cada empleado trabaje en sus capacidades claves, en sus fortalezas, en su vocación y en su talento diferencial.
Y si conseguimos esto tendremos trabajadores felices, que no sólo “viven de su trabajo” sino que además “viven su trabajo”, con pasión, con amor, aportando verdadero valor a su entorno. Cuando tu actividad te permite ser, expresarte y darte, sencillamente eres feliz. Por eso, volviendo a Freud, quizá esas fuentes de auténtica felicidad podrían en el fondo estar alimentándose de un mismo manantial.

Antonio Delgado
ad@videobravo.net 
www.videobravo.net

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